[Tener esa sensación de felicidad interna, de estar completa. Que me traten de hacer todo el daño del mundo y que no puedan, porque no me importa, porque el único que podría llegar a herirme es él. Eso quiero. No la parte de la dependencia, sino la de la invencibilidad.]
Pero es sólo cuestión de tiempo para que dos almas se enfermen del amor y sus obsesiones. Dolorosamente real. Es tan intenso todo, es una droga tan fuerte que a duras penas reconocemos lo originado en la mente y lo que en verdad sucede.
Y creo no estar inventándolo, a veces lo sentimos. No estoy contando un cuento. En los cuentos no hay celos, se omite la parte de los terceros, las ganas de significar todo para la otra persona y el desesperado miedo a quedarse solo. No hay egoísmos, lo cuál es muy complicado de evitar cuando hubo aunque sea una sola vez, un sólo instante en el que sentimos que podíamos ejercer control sobre la persona, y que creímos por el más remoto motivo que esa persona nos pertenecía. En la vida real nos entregamos sin preguntar, sin tomar precaución, porque no hay precauciones para el amor.. ¿O sí?. Pensamos que lo único que tenemos es a esa persona. Llegamos al extremo de pensar que no tenemos vida sin esa persona, hasta que debemos vivir sin ella. Y lo hacemos, nos levantamos de la cama porque la mente nos impulsa, pide que por favor la liberemos de la tortura de los recuerdos que aparecen sin querer, aunque el corazón y la sangre y cada órgano nos pida más de esa droga a la que llamamos amor, y que a veces no podemos obtener, no de la persona que deseamos. Y en ese momento, justo en ese momento en el que sufrimos una abstinencia que no podemos ya arrastrar, colapsamos, pensamos que nos vamos a morir sin ese abrazo, caricia, o beso que anhelamos obtener. Lloramos liberando nuestro ser, la cabeza explota y el cuerpo se satura de emociones, pidiendo a gritos que lo devolvamos a su refugio, a algún refugio donde su dolor no pueda ser recordado ni identificado con nada ajeno a él mismo. Nos sedamos. Nos volvemos adictos a aquello que nos saque del dolor, porque sería insoportable que lo único que allá afuera hace girar al mundo -el amor-, sea lo mismo que nos puede hacer caer a pedazos tanto por dentro como por fuera. Ahogarnos.
Casi siempre en un vaso de agua.
O de vodka.
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